Tu ausencia anunciaba el inevitable final.
Tu silencio ya era el adiós que no me atrevía
Tu silencio ya era el adiós que no me atrevía
aceptar, porque quería que me lo dijeras sin titubear.
Y dulce y tierno, te despediste, besándome diferente.
Y tus palabras por más tiernas que fueron, no
lograron mi corazón tranquilizar y una daga
clavaron sin poderlo remediar.
Y esos ojos verde mar, que nunca más volveré
a mirar; me decían con frialdad, no te amo más.
Y esa palmera, que muchas veces con su sombra
Y esa palmera, que muchas veces con su sombra
nos cubrió; lejana de mí se encontrará.
Y la arena testigo de nuestra entrega total se irá
con los recuerdos de nuestra felicidad.
Y la luna, que nos acompañó por nuestros paseos
Y la luna, que nos acompañó por nuestros paseos
románticos a la orilla del mar, se preguntará que
paso y como responderle que el amor se terminó.
Fue un sueño nada más que nos hizo huir de la realidad
sin futuro, sin preguntas disfrutando con intensidad
los efímeros momentos que fueron una falacia nada más.
Fue un sueño hermoso y debía despertar, sabía que no
había futuro ni un mañana desde tiempo atrás.
Te amé y eso es verdad y si no lo sentiste seré fácil
de olvidar; pero quedarán los poemas como prueba
de mi amor y de mi adiós.
Marcelo Romano
Marcelo Romano
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